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Un cambio de hora ¿polémico?

Cambio-hora-verano

En la madrugada del sábado 28 de marzo al domingo 29 se produce el cambio de hora, teniendo que adelantar el reloj en una hora, a las dos serán las tres, por lo que la población tendrá una hora menos para dormir.
Cada año que pasa son más las voces que se preguntan la verdadera utilidad del cambio de hora. En teoría, se hace para ahorrar costes energéticos pero, ¿hasta qué punto supone un ahorro para los ciudadanos? ¿Justifica este supuesto ahorro los trastornos que ocasiona a parte de la población, obligada a alterar en 60 minutos su vida cotidiana? ¿Cómo afecta realmente a nuestra vida cotidiana adelantar los relojes una hora en primavera y retrasarlos en otoño? ¿Dónde tiene su origen esta medida? ¿Qué país fue el primero en adaptar el horario de verano?

Un poco de historia 

 
Corría el verano del año 1905 cuando el constructor inglés William Willet, dando su acostumbrado paseo a caballo matutino observó cómo gran parte de las persianas de sus vecinos seguían bajadas a pesar de que la noche había dado paso ya al día. Willet, cuya otra gran afición era el golf, se cuestionó la conveniencia de adelantar el horario para poder optimizar las horas de luz diurna. En un primer momento, su propuesta fue de un adelanto de 80 minutos. La medida fue acogida con interés en ciertos entornos políticos, suscitando la atención de un joven Winston Churchill. Sin embargo, acabó siendo rechazada en un debate parlamentario.
 

Tendría que llegar la I Guerra Mundial para que Alemania fuera la primera gran potencia en poner en marcha el cambio de hora, adelantando las agujas del reloj en 60 minutos en lugar de los 80 propuestos por Willet, un periodo de tiempo mucho más sencillo y razonable que los 80 de la propuesta inicial.

 
Los motivos señalados para esta importante decisión que ha llegado hasta nuestros días fue que se lograría un significativo ahorro en el consumo energético, concretamente en el gasto en carbón. En España se adoptó el cambio de hora el 15 de abril de 1918. Ya que por aquel entonces nos regíamos por el huso horario establecido por el meridiano de Greenwich, el horario de verano pasó a ser GMT +1. Años más tarde, concretamente el 16 de marzo de 1940, se adoptó la hora del Meridiano 15º Este, lo que suponía una hora de adelanto respecto al anterior, con lo que el horario de verano pasaba a ser GMT + 2.
 
El denominado cambio de hora comenzó a generalizarse, aunque de manera desigual, a partir de 1974, coincidiendo con la primera crisis del petróleo y algunos países decidieron adelantar sus relojes para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación. Se
aplica como directiva desde 1981 y ha sido renovada sucesivamente cada cuatro años. Precisamente en 1981 se estableció que el cambio de hora comenzase el último domingo de marzo a las 02 horas am y finalizase el último domingo de septiembre. Este cambió perduró hasta 1996, cuando se cambió definitivamente el mes de finalización, pasando a ser octubre en lugar de noviembre.
 

Partidarios y detractores 

 
Desde un primer momento, esta medida estuvo envuelta por la polémica, con partidarios y detractores de la utilidad de modificar en 60 minutos la hora estipulada. Entre los sectores a favor del cambio encontramos instituciones como el IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía), entidad pública empresarial del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, que no duda en señalar que el ahorro que supone en el sector doméstico por el cambio de hora en iluminación durante el periodo de tiempo comprendido entre finales de marzo y finales de octubre puede llegar a suponer un 5% del total, suponiendo un ahorro de 6 euros por hogar, lo que significaría un ahorro de 90 millones de euros. A esta cifra habría que sumarle otros 210 millones de euros provenientes de los edificios del terciario y de la industria. Este organismo señala que, tras analizar exhaustivamente las repercusiones de la medida, se identifican varios impactos positivos, tanto en el ahorro como en otros sectores como pueden ser el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo y los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio.
 
Entre los detractores podemos encontrar a agricultores y ganaderos, dos de los sectores que han mostrado su desacuerdo con la medida de un modo más vehemente desde que se adoptó. Los principales argumentos que utilizan a la hora de posicionarse en contra de cambiar la hora dos veces al años son las repercusiones que tiene este cambio en sus cultivos y ganado. Desde ciertos ámbitos ecologistas también se pone en duda la eficacia del cambio horario, ya que no acaban de dar por buenas las cifras de ahorro mientras que señalan que puede llegar a tener consecuencias entre la salud de la población al afectar los ritmos biológicos naturales que vienen marcados por la melatonina, un neurotransmisor que depende de los ciclos lumínicos.
 
Por tanto, ¿qué debería pesar más, el ahorro energético y el aumento de la realización de actividades al aire libre sin necesidad de utilizar luz artificial o el no alterar las rutinas y ritmos biológicos de las personas de a pie? Muchos opinan que si no se cambiara la hora se produciría un derroche energético debido a la luz natural que no se aprovecharía. Otros prefieren apurar en la cama esa horita extra. Un año más, la polémica está servida.
 
Artículo patrocinado por:
 
Wolf
 
 
Modificado por última vez enViernes, 13 Marzo 2020 11:58

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